Hay dos ángulos para observar este hábito:

1.- Con los demás. Funciona de la misma manera que con el país; si no cumples tus acuerdos con los demás, nadie querrá hacer negocios contigo porque temerán por su inversión. Si no cumples (por lo menos) las expectativas de tus clientes, perderán la confianza en tu marca y no regresarán. 

En el plan personal es un poco más difícil, ¿qué pasa si pierdes la confianza de tu pareja?, ¿y la de tus padres, o la de tus hijos?, ¿y la de tus amigos? Esta ruta te lleva a la soledad. En cambio, si cumples tus compromisos, y no me refiero a contratos solamente, sino también a expectativas generadas; ganarás confianza y con ello inversión (traducida en interés, tiempo, recursos, etcétera) de los demás en ti. Si combinas este cumplimiento con estándares altos (pensar en grande, querer dejar el mundo mejor que como lo recibiste, etcétera), llevarás tu negocio y tus relaciones a un nivel superior.

2.- Contigo mismo. El día en que honres cada acuerdo contigo mismo, ese día te convertirás en una máquina de cumplir metas. Ese día puedes empezar a adquirir la sabiduría que necesitas en tu camino al éxito, ese día no fallarás en las acciones que requieres para conseguirlo y no dudaras en hacer la llamada a las que llevas meses dándole vueltas y que, tal vez, nunca realices. 

Honrar la palabra contigo mismo es lo más valioso porque no puedes repartir lo que no tienes. No puedes dar respeto a los demás si no te respetas a ti mismo, lo mismo que dicen del amor: el que no se ama, no puede amar a los demás.  

Empieza haciendo pequeños compromisos contigo mismo: primero leer un libro cada dos meses, luego un mes; primero caminar tres kilómetros, luego cuatro. Acostúmbrate a cumplir, conviértelo en un hábito, el éxito es el mejor motivador. 

Considera que para cumplir lo que prometes, no debes prometer lo que no vas a cumplir. Más vale tener el valor de decirlo, y así poder honrar tu palabra.